Alexandro Saco – colaborador
La extracción y exportación del gas, por encima de los temas técnicos, es útil para tratar de ir algo más allá. Los que impulsan la extracción de este u otros recursos, señalan que existen reservas para muchos años, en pocas palabras que el gas no se va a acabar. Esa afirmación presenta en su real magnitud un pensamiento que solo considera el presente como sujeto de las acciones de la sociedad.
El gas (y todos los recursos naturales no renovables) definitivamente se van a acabar; afirmar lo contrario es un disparate. Y se van a acabar en lapso corto, casi en un pestañeo de la evolución humana.
Era suficiente ya que algunos no reconozcan la importancia de un desarrollo armónico que tienda al bienestar general antes que a consideraciones económicas basadas en manipulaciones estadísticas; ahora esa misma corriente pretende hacernos vivir en un eterno inagotable presente. Esa es la única forma de entender una lógica que nos dice mañana tarde y noche, que no hay opción, que no sea producir energía a costa de la Tierra.
Presente eterno
El tiempo es una convención relativa. La cultura occidental ha construido un tiempo en el que el pasado está detrás y el futuro por delante, siendo el presente lo único relevante, por lo que hay que otorgarle todo lo que requiera. Por ello es interesante observar otras nociones del tiempo como la de unos pueblos andinos, en las que el pasado está delante y el futuro detrás; ello porque al pasado lo podemos ver, reconocerlo desde nuestra mirada, saber qué ha sucedido antes; mientras que el futuro estará detrás de nosotros porque no sabemos qué vendrá, no lo podemos ver, sólo lo veremos cuando ya se convierta en pasado.
Esa concepción del tiempo es parecida a la que Galileo manejaba. Cuando una vez, ya en su edad avanzada, le preguntaron cuántos años tenía, Galileo pensó y dijo que unos siete. Las personas se sorprendieron, pero Galileo les explicó que él tenía los años que le quedaban de vida, los otros, los que pasaron, ya no le pertenecían, a lo más eran una huella en el agua o en el aire. Y así podríamos explorar otras concepciones del tiempo que demuestran las limitaciones de la vida que manejamos hoy como verdad.
En ese contexto, el apresuramiento por la explotación de los recursos no renovables es grosera, no toma en cuenta ni la sostenibilidad ambiental, ni el equilibrio natural, sino pretende imponerse por el simple hecho de generar más riqueza; riqueza que finalmente sabemos dónde va a parar, repitiendo capítulos de nuestra historia. Por otro lado, es obvio que si a un ser vivo (la Tierra es un ser vivo) le extraemos constantemente, sin pausa, los fluidos o gases que mantiene en su interior, en algún momento una respuesta de ese ser vivo se tendrá que dar: es el caso de cualquier organismo independientemente de su tamaño. La lógica consumista asume que el planeta es un objeto inerte, lo que a veces produce risa y otras ganas de llorar.