miércoles, 7 de octubre de 2009

¿Cuál será el futuro de nuestros nietos?

Leonardo Boff.

Mirando a mis nietos jugando en el jardín, saltando como cabras, rodando por el suelo, subiendo y bajando de los árboles, me surgen dos sentimientos. Uno de envidia, pues ya no puedo hacer nada de eso con las cuatro prótesis que tengo en los miembros inferiores. Y otro de preocupación: ¿a qué mundo tendrán que enfrentarse dentro de algunos años?
Los pronósticos de los especialistas más serios son amenazantes. Hay una fecha fatídica o mágica de las que hablan siempre: el año 2025. Casi todos afirman que si ahora no hacemos nada o no hacemos lo suficiente, la catástrofe ecológico-humanitaria será inevitable.
La lenta recuperación de la actual crisis económico-financiera que se nota en muchos países, todavía no significa una salida de ella. Solamente que termino la caída libre. Vuelve el desarrollo/crecimiento, pero con otra crisis: la del desempleo. Millones de personas están condenadas a ser desempleados estructurales, es decir, que no volverán a ingresar al mercado de trabajo, ni siquiera quedarán como ejército de reserva del proceso productivo. Simplemente son prescindibles. ¿Qué significa quedar desempleados permanentemente sino una muerte lenta y una desintegración profunda del sentido de vida? Añádase además que hasta esa fecha fatídica están pronosticados de 150 a 200 millones de refugiados climáticos.
El informe hecho por 2.700 científicos “State of the Future 2009” (O Globo de 14.07/09) dice enfáticamente que debido principalmente al calentamiento global, hacia 2025, cerca de tres mil millones de personas no tendrán acceso al agua potable. Qué quiere decir eso? Sencillamente, que esos miles de millones, si no son socorridos, podrán morir de sed, deshidratación y otras enfermedades. En informe dice más: la mitad de la población mundial estará envuelta en convulsiones sociales a causa de la crisis socio-ecológica mundial.
Paul Krugman, premio Nobel de Economía de 2008, siempre ponderado y crítico en cuanto a la insuficiencia de las medidas para enfrentar la crisis socio-ambiental, escribió recientemente: “Si el consenso de los especialistas económicos es pésimo, el consenso de los especialistas del cambio climático es terrible”. Y comenta: “si actuamos como hemos venido haciéndolo, no el peor escenario, sino el más probable será la elevación de las temperaturas que van a destruir la vida tal como la conocemos”.
Si probablemente va ser así, mi preocupación por los nietos se transforma en angustia: ¿qué mundo heredarán de nosotros? ¿Qué decisiones se verán obligados a tomar que podrán significar para ellos la vida o la muerte?
Nos comportamos como si la vida Tierra fuese nuestra y de nuestra generación. Olvidamos que ella pertenece principalmente a los que van a venir, nuestros hijos y nietos. Ellos tienen derecho a poder entrar en este mundo mínimamente habitable y con las condiciones necesarias para una vida decente que no sólo les permita sobrevivir sino florecer e irradiar.


Fuente: La Primera

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